por Gregorio Angelcos
El cuarenta por ciento de los chilenos son fumadores, sin embargo las políticas públicas se empecinan en crear estrategias mediáticas destinadas a reprimir a quienes con deleite, aspiramos el humo de un cigarrillo para conversar sobre la existencia, invadiendo nuestra atmósfera de nostalgias, o simplemente acompañar un café de sobremesa, como un habito social que nos vincula con afecto y una dinámica de comunicación entre interlocutores que comparten en un bar.
Que el cigarrillo hace daño, lo hace, sin embargo, los consumidores de tabaco están plenamente conscientes de la decisión que han tomado, y a pesar de las provocaciones que tienen su origen en las medidas destinadas a una corrección de conducta, la gran mayoría continúa fumando y lo hacen con placer.
De tal manera que el resultado de esta estrategia proveniente del Estado ha ido creando una polarización entre fumadores y no fumadores, con consecuencias nefastas para quienes consideran al cigarrillo como parte esencial de sus hábitos cotidianos.
Aquellos que no fuman y transitan por una calle o se cruzan con otro transeúnte que lleva un cigarrillo encendido, reaccionan con miradas punitivas como si estuviesen enfrente de un sujeto vicioso, digno de sanción, un inmoral que atenta contra las buenas costumbres y el bien común.
Y así, la propaganda antitabaco va creando nuevos y cada vez mayores espacios de exclusión para un número significativo de ciudadanos, que disponiendo libremente de su presupuesto, y haciendo uso de un derecho individual, compran un paquete de cigarros en el quiosco de cualquier esquina de nuestra contaminada ciudad.
No se hasta donde es ético, exhibir sobre el envoltorio de una cajetilla a un adulto mayor enfermo de cáncer por exceso de tabaquismo. Y cuanto de eficacia tuvo una publicidad de esta naturaleza en la disminución del número de fumadores en el país. Puedo señalar que he conocido personas que han tomado la decisión de abandonar el cigarrillo definitivamente, en un acto de voluntad personal.
Por tanto es un ejercicio de conciencia, de reflexión individual, en donde no intervienen factores externos, que sin haber demostrado su eficacia, se constituyen en formas sutiles de represión y manipulación de una conducta que no altera la convivencia social entre individuos que se expresan a través de su diversidad, en una sociedad que teóricamente se propone garantizarla, sin haberlo conseguido plenamente hasta la fecha.
A estas alturas, inicio mi ritual en el silencio de mi escritorio, saco un cigarro del paquete, lo enciendo y lo aspiro, lanzo una bocanada de humo, mientras colocó un CD de Víctor Jara; los primeros acordes me anuncian uno de sus temas más emblemáticos, escucho, mientras planifico la continuación de este artículo que defiende el derecho de los fumadores a no ser perseguidos socialmente por su hábito:
Voy a hacerme un cigarrito / acaso tengo tabaco / si no tengo de'onde saco / lo más cierto es que no pito. / Ay, ay, ay, me querís, Ay, ay, ay, me querís, Ay, ay, ay.
Voy a hacerme un cigarrito / con mi bolsa tabaquera / lo fumo y boto la cola / y recójala el que quiera. / Ay, ay, ay, me querís, / Ay, ay, ay, me querís, Ay, ay, ay.
Cuando amanezco con frío / prendo un cigarro de a vara / y me caliento la cara /con el cigarro encendido. / Ay, ay, ay, me querís, /Ay, ay, ay, me querís, / Ay, ay, ay.
Fumamos porque el cigarrillo nos produce placer, que es una sensación o sentimiento agradable, que en su forma natural se manifiesta cuando se satisface plenamente alguna necesidad del organismo.
Hay muchos tipos de placer o satisfacción: El placer físico, que deriva de disfrutar condiciones saludables (relaciones sexuales, ingestión de platos sabrosos de comida, por ejemplo) y de disfrutar de los sentidos. El placer estético, que emana de la contemplación y disfrute de la belleza que consiste en el equilibrio perfecto entre lo ideal y la realidad. El placer intelectual, que nace al ampliar nuestros conocimientos y arrancar secretos a lo desconocido para de esta manera poder descubrir y satisfacer nuestras necesidades espirituales y materiales y hacer más libre y consciente nuestro actuar enriqueciéndonos espiritualmente.
Hay distintos tipos de placer físico: el gastronómico, y como extensión de este la degustación de vinos y el consumo de cigarros. El producido por el tacto mediante masaje. El sexual en sus diversas manifestaciones
El placer psíquico deriva de la imaginación, el recuerdo, el humor, la alegría, la comprensión y los sentimientos de equilibrio, paz y serenidad, que granjean la llamada felicidad. El mero pensamiento puede llegar a sentirse dichoso sólo con la imaginación de lo bueno que no se posee ni se disfruta en ese momento. El placer "psíquico" es definido por Platón como el mayor, y abarca también todos los placeres mentales causados al percibir cultura o arte, o al crear.
El intento de castración de un placer provoca algún tipo de frustración en el individuo que es victima de una represión. Y esto ocurre en la actualidad con las políticas públicas de salud. Buscan la protección de la salud física de los fumadores, y contribuyen a dañar la salud mentad, deteriorando su calidad de vida.
Vivimos en un país que ha morigerado las pasiones del hombre a su mínima expresión, ejerciendo sobre sus vidas una rígida normativa moral y ética. Impedir que las personas fumen con total libertad, restringe la expansión de su placer e instala el miedo, en una sociedad que se caracteriza por la construcción de una cultura de la desconfianza.
Por el derecho de los fumadores, es necesario exigir libertad de acción y de opción de un placer que permite el goce complementario, mientras se intenta vivir con un poco más de felicidad.