5/24/2008

Vigencia del pensamiento y liderazgo de Salvador Allende

“Vengo de Chile, un país pequeño, pero donde hoy cualquier ciudadano es libre de expresarse como mejor prefiera, de irrestricta tolerancia cultural, religiosa e ideológica, donde la discriminación racial no tiene cabida. Un país con una clase obrera unida en una sola organización sindical, donde el sufragio universal y secreto es el vehículo de definición de un régimen multipartidista, con un Parlamento de actividad ininterrumpida desde su creación hace 160 años, donde los tribunales de justicia son independientes del Ejecutivo, en que desde 1833 sólo una vez se ha cambiado la carta constitucional, sin que ésta prácticamente jamás haya dejado de ser aplicada. Un país donde la vida pública está organizada en instituciones civiles, que cuenta con Fuerzas Armadas de probada formación profesional y de hondo espíritu democrático. Un país de cerca de diez millones de habitantes que en una generación ha dado dos premios Nobel de Literatura, Gabriela Mistral y Pablo Neruda, ambos hijos de modestos trabajadores. En mi patria, historia, tierra y hombre se funden en un gran sentimiento nacional”.

Discurso del Presidente Allende ante Naciones Unidas

por Gregorio Angelcos

Poco tiempo después los militares chilenos estimulados por una conspiración derechista, y el apoyo financiero de Estados Unidos a través de la Central de Inteligencia Norteamericana, derrumbaron en pocas horas la institucionalidad política nacional.

Suprimieron la Constitución Política del año 1925, rompieron con su condición de Fuerzas Armadas no deliberantes, eliminaron el régimen multipartidista y el sufragio universal, desarticularon los sindicatos y las organizaciones sociales, e instalaron un régimen dogmático, intolerante y represivo. Se persiguió a millones de chilenos por sus ideas y opciones culturales. Todas las libertades posibles fueron restringidas.

El premio Nóbel Pablo Neruda muere de un cáncer, y su casa es atacada y saqueada por los partidarios del golpe militar en cierne, su funeral hasta el cementerio general es seguido por la policía y los servicios de seguridad imperantes. Es el principio de largos diecisiete años de una cruenta dictadura militar.

Quien lea los discursos y las entrevistas al Presidente Salvador Allende descubrirá a un sólido pensador de filiación socialista, cuyo objetivo principal era encontrar una síntesis adecuada a la realidad chilena, en que se conjugaran la democracia con el socialismo.

De ahí, que el proceso de transformaciones llevado a cabo durante su mandato, fuese caracterizado como “la revolución chilena con empanadas y vino tinto”, asociación criolla que establece vínculos entre acción política y tradición republicana.

Nada mejor que cambiar el conjunto de injusticias que subyacían a nuestro capitalismo subdesarrollado, con la alegría que imperaban en nuestras celebraciones de Fiestas Patrias de independencia, en que el país se vuelca a las “fondas” a celebrar con dos elementos cordiales de nuestra gastronomía más tradicional, el vino y las empanadas.

Y así fue entendido por la comunidad internacional, quien abrió su mirada hacia un país pequeño ubicado en el último rincón del planeta, para ver con interés un experimento político único y exclusivo hasta el día de hoy: cambiar las estructuras dominantes en forma gradual y sostenida, con voluntad y decisión, para ofrecerle al pueblo condiciones de vida superiores a las imperantes en la realidad que se vivía en el período tanto en Chile como en América Latina.

Para tales efectos, el gobierno del presidente Allende segmentó en tres áreas la economía, esbozando un criterio en el que cohabitarían empresas privadas, estatales y mixtas, estas últimas de capitales compartidos.

Mantuvo y profundizó el respeto por la libertad de prensa, por tanto, el derecho a la libertad de expresión.

Los partidos políticos gozaron de una amplia participación en el período y por tanto alcanzaron los niveles de representación en el parlamento y en los municipios, de acuerdo con el grado de apoyo ciudadano que alcanzaban en las elecciones libres, secretas e informadas. El país se regía por un sistema electoral proporcional; por tanto, garantizaba la presencia institucional de las minorías.

Allende democratizó el país más allá de las expectativas de partidarios y opositores, quienes se valieron de su gestión para hacer una oposición “de guerra”, ya no era la confrontación entre adversarios, sino, el choque entre enemigos.

La propaganda derechista agudizaba los conflictos con una propaganda conocida como “campaña del terror” para amedrentar a la clase media y a los más desinformados, se hablaba de confiscación por parte del Estado hasta de sus bienes personales, lo que a todas luces constituía una falacia perversa, destinada a preparar las condiciones para su derrocamiento en el corto plazo.

Durante su mandato Allende realizó grandes obras como la nacionalización del cobre, lo que le permite al Estado chileno un usufructo de ventajas económicas sólidas que potencian el erario nacional hasta el día de hoy, una redistribución de la tierra entre los campesinos más pobres terminando con el latifundio, proceso que se conoció como la reforma agraria, y que se había iniciado durante el gobierno anterior del presidente Freí Montalva, Mejoró considerablemente el salario mínimo disminuyendo los índices de pobreza en el país, Profundizó los programas de salud y educación, abriendo espacios en las universidades para los jóvenes de familias de menores ingresos, creó INACAP, para capacitar técnicamente a los trabajadores, fortaleció la banca y amplió la política crediticia para pequeños y medianos empresarios y agricultores, entre muchas otras obras de gestión.

Su gobierno significó un impulso en materia de desarrollo desde una óptica anticapitalista, y todo este proceso de reformas circunscrito a la legalidad vigente y en democracia.

Luego vino el golpe militar en septiembre de 1973 y la dictadura terminó con un sistema amplio y participativo, instalando una dictadura hegemónica, cerrada al debate y proclive a la defensa de los intereses de los grupos fácticos que habían conspirado para derrocar al presidente Allende.

Desarticula todas las reformas y anula las conquistas obtenidas por los trabajadores durante muchos años de lucha sindical, elimina a la CUT, a los partidos políticos, toda forma de organización social, aplica por la fuerza de los hechos la censura en el país, cierra los diarios libres e independientes, confisca sus bienes, desarraiga ciudadanos, expulsa al exilio a millones de chilenos, tortura y mata a los disidentes, y de esta forma va imponiendo un modelo económico que garantiza y privilegia los intereses de grupos económicos nacionales y extranjeros.

Y así transcurren diecisiete años de oscurantismo político y cultural, incinera libros, incluso científicos como las obras escogidas de Sigmond Freud entre tantos otros, regresa a una moral victoriana pero con un claro doble estándar. El objetivo es impedir que fluya algún grado de libertad a través de alguna corriente o propuesta ciudadana. Y a pesar de todas las normas restrictivas impuestas no lo consigue.

La presencia en clandestinidad de las fuerzas progresistas es una respuesta categórica a tanta injusticia y represión, la sombra de Allende, quien marca una tendencia histórica mundial, y persigue al dictador instalado en el edificio Diego Portales primero, y luego en la reconstruida Casa de Moneda destruida por el irracional bombardeo, impide que el tirano perpetúe su mandato.

Sin embargo, el corolario es nefasto, nos lega un sistema democrático intervenido desde su esencia, una Constitución Política echa a su medida, un modelo económico neoliberal, concentrador y excluyente, una realidad política manipulada y circunscrita a una normativa que impide una profundización como la que realizara Allende durante los años de su gobierno.

Por esta razón, al hacer un análisis comparado entre los roles de la derecha y la izquierda en los gobiernos, el diagnóstico es evidente, en primer lugar no existe compromiso de país por parte de la derecha, el contexto que tiende a crear es siempre totalitario, y con tendencia al control y restricción de las libertades públicas e individuales, en cambio, el legado de Allende se caracteriza por la profundización de las reformas tendientes a beneficiar a la mayor parte de la población, que permanece postergada y sometida a formas de explotación salarial dentro de las empresas.

Salvador Allende se caracterizó por ser un líder de criterio amplio, respetuoso de las expresiones intelectuales divergentes de su pensamiento, como sólido representante del universo socialista, actuó para dotar al país de una mayor justicia social, pero, formado en un contexto democrático defendió la institucionalidad existente, inmolándose como un testimonio de lo que un día sostuvo y defendió en su discurso ante Las Naciones Unidas.

Los militares lo traicionaron y así lo sostuvo en su último discurso transmitido por Radio Magallanes, y la derecha ha intentado destruir su imagen pública y privada, sin conseguirlo a pesar de su odio y su desidia.

La obra de Allende es de reconocimiento universal y son miles de jóvenes en América Latina, los que siguen el contenido de sus ideas y de su liderazgo.